La última misión de Gwendy by Stephen King & Richard Chizmar

La última misión de Gwendy by Stephen King & Richard Chizmar

autor:Stephen King & Richard Chizmar [King, Stephen & Chizmar, Richard]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 2022-06-01T00:00:00+00:00


Dejó de escribir y se quedó mirando la pantalla. ¿Cigüeñales? ¿En un restaurante? ¿En qué estaba pensando?

No pensaba. Escribía en piloto automático y he tenido un momento de señora mayor, nada más.

Pero no había sido un momento de persona mayor, sino un yuyu mental, y en los últimos tiempos estaba teniendo muchos: se ponía a buscar las llaves del coche llevándolas en la mano, decidía calentar algo congelado en el microondas para la cena y se descubría buscando la nevera en la sala de estar, y más de una vez se había despertado de una siesta sin recordar haberse acostado. Tras perderse un par de reuniones de comités y una votación nominal (poco importante, gracias a Dios), empezó a depender cada vez más de su asistente, Annmarie Briggs, para que le recordara los compromisos de su agenda, cosa de la que siempre se había ocupado ella misma. «¿Olvidar una votación nominal? —habría dicho la antigua Gwendy—. ¡Nunca en la vida!».

Y para colmo, aquello, que le devolvía la mirada desde la pantalla de su Mac: «La especialidad de la casa son los cigüeñales».

Borró la frase y escribió: «Nunca probaréis un burgomaestre mejor».

Gwendy miró el texto y se llevó una mano a la frente. Se notaba acalorada. Acalorada y rara. Un mes antes, pasando el fin de semana en Castle Rock, había subido al coche con un destino concreto en mente y había terminado en la bolera Rock ‘N Bowl de Rumford, sin tener ni la menor idea de qué había pretendido hacer en un principio. Se había dicho a sí misma que daba igual, que hacía un día estupendo para dar una vuelta en coche. Se lo había tomado a broma.

Ya no le hacía gracia.

¿Cuál era la especialidad de la casa en Simones’? Por su mente pasó una aterradora espiral de palabras: gato mecánico, cara bonita, cera de vela, birrete.

¡Birrete, eso es! Tecleó la palabra, pero no terminaba de encajarle.

Annmarie asomó la cabeza al despacho.

—Voy al Starbucks, senadora. ¿Le traigo algo?

—No, pero estoy atascada con esto. ¿Cómo se llama eso de comer?

Annmarie frunció el ceño.

—Tendrá que especificar un poco, jefa.

—Los sirven en cosas de esas de pan. —Gwendy gesticuló—. Rojos y sabrosos. Se comen con mutchup en pícnics y demás. No me viene la palabra.

Las comisuras de la boca de Annmarie se curvaron hacia arriba, formando hoyuelos. Tenía la expresión de alguien que espera el remate de un chiste.

—Eh… ¿Perritos calientes?

—¡Perritos calientes! —exclamó Gwendy, y hasta levantó un puño al aire—. ¡Eso es, pues craso que sí, pues craso!

No quedaba ni rastro de la incipiente sonrisa de Annmarie.

—¿Jefa? ¿Gwendy? ¿Se encuentra bien?

—Sí —mintió Gwendy—. Quería decir «pues craso», no «pues craso». Tráeme un café solo, ¿quieres?

—Claro —dijo Annmarie, y se marchó…, pero no antes de volver la cabeza una última vez para mirar preocupada a Gwendy.

Sola de nuevo, Gwendy contempló la pantalla. La solución que le había dado Annmarie se le había escurrido de la mente como un pez pequeño y resbaladizo de entre los dedos. Ya no le apetecía escribir el dichoso artículo.



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